No os preocupéis, ya estoy mejor, me he afeitado y ha vuelto la cordura a reinar en mi maltrecha cabeza.
Comencé con ganas, haya por el 25 de diciembre, las clases prácticas y tras un inicio deslumbrante y sorprendente, a media mañana descubrí yo solito una de las curiosidades de este deporte. A diferencia del esquí, en el mundo de la tabla, existe un tipo de caída muy desagradable, generalmente seguida de un cuadro de dolor instantáneo y con localización variable dependiendo del lugar de tu cuerpo que hayas estampado contra el suelo. Es un tipo de caída traicionera, que siempre busca el momento más inadecuado para surgir. Resulta que, en cuestión de milimicras de segundo y con la luz del bello paisaje todavía atravesando tu pupila, estás estampado contra la nieve como si una mano de gigante te hubiera cogido de los pies y hubiera querido matar a una mosca, también gigante, con tu cuerpecito carnal.
Ejemplo de bello paisaje: Hermit range desde Coperstain.
Si lo pudiéramos pasar a cámara ridículamente lenta, apreciaríamos con total claridad como tu cuerpo reproduce perfectamente una honda llamada: "La Descoyuntadora". Comienza en los pies y toma rumbo cráneo volviéndose más violenta y destructiva a su paso por la cadera. Antes de llegar a la coronilla sufre una deceleración en el cuello, pues tu cerebro ,que no está pensando en paisajes bellos, imprime una rigidez de urgencia a la zona baja del cráneo. Esto pretende impedir, sin éxito alguno, el impacto del mismo contra la mullidita montaña de almohadas, rellenas de plumas, que han puesto los ángeles para ti. De ahí, el dolor en el cuello, al día siguiente. Coincide con sorprendente precisión el momento en el que La Descoyuntadora alcanza la coronilla con el impacto de esta contra el suelo y sabemos también que a mayor distancia entre pies y coronilla mayor tiempo de aceleración, ergo mayor velocidad de impacto, ergo mayor ostión, ergo mayor descoyuntamiento. Sabemos que llevar casco previene con abrumador éxito el dolor de cráneo y más aun cuando luces una siempre reluciente coronilla. Por ello decidí esperar, pasar el resto del día “take it easy” realizando bajadas por terrenos asequibles y disfrutando del mundo seguro, hasta la llegada de mi casco desde España.
Con magulladuras y dolores varios por toda la carrocería y problemas de saturación en la centralita. Otro acontecimiento de notoria importancia se presentó y no me refiero a la Navidad. El caso es que la Retales ya no está con nosotros, pues ahora pertenece a Bill, el pescador. Debe su sobrenombre a su afición a la caña, que por estos lugares lo llaman ir de pesca. El tipo es un entendido en peces y caminos y entre preguntas y rarezas de peces llegamos a un acuerdo. Le regalé por mil trescientos dólares a la Señora Retales y él aceptó gustosamente, brindamos con cerveza por la satisfacción de ambas partes y cerramos el trato. Otra pena que tatuará, para siempre este recuerdo en forma de autocaravana a todo color.
Venta de Retales, Bill, el que suscribe y el coleguita.
Sin tiempo para encajar sensaciones y confusos por la mezcla de sentimientos anduvimos entre recetas de cocina, supermercados y cenas. Días de descanso que nadie se atrevió a cuestionar y todos supimos disfrutar excepto nuestra querida Kirsten. En el último día de esquí sufrió una serie de caídas que fueron debilitando su ligamento anterior cruzado de la rodilla derecha . Sufrió una fuerte hinchazón justo tres días antes de nuestro gran viaje en helicóptero que la obligaba a descansar durante cuatro semanas, según los médicos. Aun así disfrutamos de una copiosa cena de navidad entre Canadá y España.
Plano de las montañas calvas y sus descensos.
Las Purcell forman parte de las Montañas Columbias y lindan en su parte oeste con el parque nacional Yohoo y al oeste con el Parque Nacional de los Glaciares. Justo en la divisoria noreste se encuentra este pequeño hotel de montaña, para gente con billetes en los bolsillos. Aislada entre valles, se encuentra la Bald Range Mountains o lo que es lo mismo para que todos nos entendamos, las Montañas Calvas. La idea se le ocurrió a un tal Paul hace veinticinco años y ahora, cansado de trabajar, lo ha vendido. De vez en cuando colabora, el resto del tiempo disfruta con su mujer del helicóptero, que tiene aparcado en la puerta de casa. El tío Paul, como habréis podido comprobar, de tonto tiene poco y eligió un privilegiado emplazamiento para construir su hotelito. Debido a la orografía del valle en su parte oriental , donde las montañas son achatadas y con pocas formaciones rocosas, típicas de estas elevaciones, la práctica del esquí de travesía y el helieski son casi perfectas. Por descontado que las precipitaciones de nieve ayudan a que la calidad de esta sea casi siempre polvo.
Foto aérea de los edificios.
Tras unas indicaciones básicas sobre la anatomía y cómo montar en helicóptero, por fin despegamos hacía lo que iban a ser unas vacaciones del murmullo.
Cena de nochevieja.
Nada como el calorcito del hogar.
Cuando el pajarito aterrizo tras diez o quince minutos de vuelo, nos esperaba la pareja que había estado desarrollando nuestro trabajo, las dos semanas anteriores. Cuando llegan las nieves y antes de que empiece la temporada Paul se encarga de organizar a los “caretakers” o cuidadores, para que haya movimiento siempre en las inmediaciones. Como máximo te dejan estar allí arriba unos doce días, que no está mal, pero siempre este tipo de cosas saben a poco.
Otra cumbre, otro descenso.
Paul comenzó a enseñarnos el funcionamiento básico de las instalaciones e intento en una visita relámpago por pasillos, habitaciones, salas y alrededores que nos hiciéremos una idea de cómo funcionaban las cosas en el Lodge. El caso es que asintiendo siempre con la cabeza y dejando caer algún que otro: - OK, no problema. En unos veinte minutos ya estábamos enfrente del helicóptero otra vez para despedirnos. En este caso la despedida era de las que una calma y serenidad total, sumergen tu cuerpo en un ambiente de relax y despreocupación por el peso que te quitas de encima.
Como diría Celia Cruz de este atardecer: - ¡Qué bellesa, qué bellesa!.
El piloto encendió el motor y el rotor tardo pocos segundos en dibujar extraños movimientos en el aire. Mientras se elevaba ligeramente hacia atrás un torbellino de nieve se levantó y golpeo nuestras caras incrédulas ante tanta belleza. Con un leve movimiento de muñeca y al más puro estilo Benedicto XVI, una sutil sonrisa, ligeramente caída hacia la mejilla derecha y gritando a viva voz: –No os preocupéis por nosotros, ya os llamamos cuando se nos acabe la comida en un mes, gracias. Nos despedimos del hombre que había hecho realidad “el sueño”.
Lo último en Prêt-à-porte, colección invierno 2010.
Un cielo azul y nítido reinaba ese día y la nieve brillaba y centelleaba en las laderas sur y este de los alrededores. Extensas campas se extienden de norte a sur siguiendo la cuerda de picos. Una gran barrera de picos recortados, cual corona divina, hace las veces de limite entre el Parque Nacional de los Glaciares y nosotros. Están tan cerca que si extiendes la mano puedes surcar con tus dedos todas las cumbres. Líneas verticales y rectas empiezan a dibujarse entre sus aristas y corredores. Un sinfín de posibilidades empiezan a atormentar mi cabeza.
– "Por favor, solo pido que el tiempo acompañe a tan interesante escenario".
Avalancha de 20 m de ancho y una carrera de 200 m, elevó mis pulsaciones hasta la franja roja.
Lo último en técnicas de grabado.
Las prácticas sobre búsqueda de sepultados en avalanchas no tardaron en llegar. El equipo se puso las pilas localizando "al sepultado" en menos de quince minutos en los diferentes ensayos. Durante doce días el ARVA formó parte de nuestro material diario. La palabra proviene del francés y se define como Appareil de Recherche de Victimes d´Avalanche, y es un inventazo en estos casos. Básicamente es un emisor receptor de radio y para que realmente sea efectivo siempre tiene que ir acompañado de una sonda y una pala. Una vez hay una victima, el tiempo corre en contra y cada minuto disminuye las posibilidades de encontrar supervivientes, por ello tener claro los procedimientos es una cuestión primordial.
- "Tralarirori", que descensito por árboles nos espera.
¿Te gusta la travesia?.
Llegó año Nuevo y entre bestiales descensos, practicas de saltos y tareas de mantenimiento llegaron los reyes y con ellos el sol. Magnifico amanecer el de aquel día, tonos rosados teñían las laderas mientras Lorenzo asomaba con toda su generosidad. La luna atónita ante tanta magia renunciaba a abandonar las tablas y a media cara nos regalaba su pincelada.
Amanecer de reyes.
Poco a poco esos tonos rosados y violetas siempre asociados a ambientes gélidos fueron difuminándose en calidos colores. Amarillos y naranjas se unieron a la gama antes de que definitivamente el blanco inmaculado reinara por el resto del día. Con mucha ilusión por los dos últimos días de sol, salimos a surcar onduladas líneas y entre fotos, videos y frases tales como: - ¡mira, mira que pasada!. Llegamos a la mañana del día ocho. Por desgracia no se habían olvidado de nosotros y puntual, a las ocho y cuarenta y cinco minutos, el helicóptero asomó por el mismo collado. Un estrepitoso ruido inundó el valle y entre miradas de tristeza fuimos asimilando que, el sueño, llegaba a su fin. Despertamos totalmente cuando, ya en Golden, el dinero entró de lleno en nuestras vidas, de nuevo.
Cremallera de 600 m al Coperstains.
Tampoco vayáis a pensar que ahora voy a colgar las tablas, sigo pensando que la utilidad y posibilidades de estas en invierno dejan al snowboard relegado al mundo del telesilla. A las dos de la tarde me encontraba haciendo giros en la parte baja de la estación, el resto venía por detrás jugueteando con los laterales de la pista. Iba rápido cuando se me paso por la cabeza probar un giro que no me había salido hasta el momento. Lo que viene siendo un contracanto en el argot técnico, desencadeno una "Descoyuntadora". En pocos milisegundos y con la luz del bello paisaje atravesando mi pupila, hizo que golpeara con mi cabeza y hombro izquierdo, la pista. Un dolor agudo se localizó en mi hombro, por unos instantes me retorcí sobre mi cabeza gritando para desahogar tanta presión. Cuando recobré el aliento intente mover el brazo y note que la clavícula saltaba de posición. Lo que descubrí cuando me toqué con la mano dejaba pocas posibilidades a un simple golpe, pues una nueva protuberancia se adueñaba de mi hombre. Cogí mi tabla y comencé a andar pista abajo para reunirme con los otros, ya que no se habían dado cuenta de mi caída. El negro me llamó por la radio al notar mi tardanza y el resto de la historia se desarrolló entre ambulancia, hospital y una maravillosa bombona del gas de la risa que no pude llevarme a casa.