lunes, 30 de noviembre de 2009

¡¡ Qué frío, coño!! y solo acaba de empezar. ji ji ji.

Ungulados los que quieras pero de osos, na de na.

Bienvenidos una vez más a las entrañables aventuras del que suscribe por los diferentes y asombrosos rincones de este planeta que nos ha tocado vivir.
Me dirijo a todos aquellos inconformistas y apasionados curiosos que, no pegan ojo por el tormento que supone tener siempre en la consciente consciencia una pregunta sin respuesta. Para todos aquellos que se han dado cuenta que el globo es demasiado grande para una sola vida, para los que sienten la necesidad de saber como se las gastan otros seres vivos por los recónditos lugares del planeta y para todos aquellos que se despiertan los lunes con la hora pegada al culo también, ¿por qué no?. Para todos ellos existen dos grandes fuentes de información para saciar su sed de nuevas experiencias y descubrir nuevos parajes. Como primera propuesta y ocupando el privilegiado primer puesto por el peso de su importancia, la lectura de este blog y su análogo: Humboldt ya visitó el Casiquiare y como segunda y por ello menos importante, las siempre interesantes vidas de esos Madrileños por el mundo.
Para seguir al hilo del viaje deciros que Noviembre nos va ha dejar exhaustos en fuerzas físicas pero cargados con nuevas y especiales actividades. Todo comenzó en otra maldita mañana lluviosa en el húmedo y siempre acogedor parking de la zona de escalada Smoke Bluffs de Squamish. Después de pasar 20 días aparcado enfrente del supermercado me echaron ya que por lo visto no es un sitio para vivir. Haciéndome el sueco me mudé a otro dudoso lugar de residencia hasta nuestra partida final. Hartos de agua, con una pena en el corazón y ansiosos de nuevos horizontes nos metimos en la Reti con rumbo al soleado y seco Canmore.

Canmore desde el aire.

Por lo visto aquí tampoco se puede vivir.

Supongo que la mayoría sabrá lo que significa mudarse y enfrentarse a la aventurilla de ir descubriendo poco a poco los entresijos del nuevo barrio. Un montón de nuevos cambios se abalanzan sobre ti y poco a poco tienes que ir acomodandolos en tu rutina diaria. No sabes donde está la panadería más cercana, donde venden la mejor fruta, cual es el super más barato o cual es el bareto que pone las mejores tapas. Si a esto le añadimos que cambias de país pues el tema se complica aun más ya que los seguros son diferentes, los teléfonos pasan a facturar internacionalmente, las leyes en general cambian en pequeñas peculiaridades y el estilo de vida pasa a ser como la noche y el día. No os penséis que nos hemos mudado a Filipinas, no, no, queridos amigos. Estamos todavía en Canadá pero en diferente estado y las cosas han cambiado. Como norma general los cambios son necesarios en las vidas de las personas. Dedicarse a vivir siempre en la misma rutina acaba aburriendo y desesperando. Lo nuevo siempre nos llama la atención pues despierta en nuestro interior el sentimiento de riesgo a equivocarnos con la nueva situación. Ese paso, por pequeño que sea, hace que algo se mueva en nuestro interior. Al principio como todo siempre hay un periodo de adaptación costoso en energía, tiempo y dinero. Por ejemplo para nosotros no ha sido un problema la energía gastada en los movimientos de un lado para otro en busca de los papeles, de las ofertas, de las nuevas personas y nuevas direcciones a las que nos tenemos que acostumbrar. Tampoco ha sido un problema el tiempo gastado en la puesta apunto del equipo para aprovechar la pretemporada, es decir calentar los húmedos motores, engrasar las oxidadas articulaciones y volver a centrar nuestra centralita en el correcto camino hacia el aprovechamiento total del tiempo que nos queda antes de la llegada del terrorífico invierno canadiense. Pero tengo que decir que tanto cambio supone un gasto de dinero mayúsculo para nuestras malogradas economías y solo espero que nos de el presupuesto para finalizar el invierno y no tengamos que sacarnos la trashcard de los supermercados de la zona. En un tiempo record hemos conseguido comprar un coche, obtener el seguro, rentar un apartamento para primeros de diciembre, hacer nuevas amistades, descubrir los alrededores, y escalar y escalar y escalar. Por todo ello estamos muy contentos y ahora solo nos queda ir viviendo el día a día.

Super pelona por la mañana.

Noviembre se va a convertir por lo tanto en el último mes en el que Retales va a ser nuestra vivienda habitual. Son ya seis meses metidos en los 14 metros cuadrados de la dama y la convivencia está llegando a los límites de la salubridad mental. Tengo que decir que nos lo hemos currado bastante entre el Rulo y mi menda para no habernos tirado los piolets a la cabeza. La Retales no nos lo ha puesto fácil con sus problemas de reuma y riñones y los canadienses con sus estúpidas normas tampoco han sido buenos aliados. Por lo tanto con mucha calma, un gran sentido pirata, una pizca de arte pies negros y ganas por llegar al final sin importar los obstáculos del camino, nos encontramos ahora ante un futuro mucho más favorable y cercano a nuestro codiciado dorado. Con mil aventuras, cuentos, fabulas y películas en nuestras mochilas estos seis meses han sido bastante baratos y ricos en relaciones humanas.
Noviembre también va a ser un antes y un después en la vida del equipo, pues el otoño está bastante avanzado y casi es el último mes antes de la llegada del verdadero frío. Si tuviera que hacer una gráfica, en la que viniera reflejada el nivel de problemas con los que tienes que convivir por ser tu casa una autocarvana, de octubre a noviembre la línea aumentaría hasta casi el 75% de los inconvenientes totales. No creo que nunca os halláis puesto a pensar que pasa en tu casa cuando la temperatura en el interior es la misma que en el exterior. Nunca será un inconveniente si tu cabañita de troncos y ramas está en una playita de cristalinas aguas sembrada de verdes palmeras entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. Pero cuando vives errante en el límite de la legalidad entre montañas en latitudes tradicionalmente frescas la cosa cambia. En este caso la casa en apariencia igual que las demás solo se asemeja, ya que funcionalmente todo pierde su ser, su espíritu y su utilidad. Del grifo, por ejemplo, ya nunca saldrá agua cuando lo abras pues los tanques están vacíos para evitar los típicos reventones por la congelación del liquido. ¿Sabéis cuantos litros de agua gastáis en un día?, pues os puedo asegurar que podríais vivir con una décima parte si tuvierais que ir a buscarla barranco arriba, hasta encontrar la primera poza con hueco suficiente para poder llenar las garrafas. Por descontado deciros que el agua es para beber y cocinar, olvidaros desde un primer momento de caprichitos tales como fregar o asearse. Para ello existen los baños públicos de los supermercados, cafeterías, bibliotecas o gasolineras. No tardas mucho en acostumbrarte a llevar el neceser al lado de la cartera en la chaqueta, pues nadie sabe cual será tu baño de hoy. En cuanto a la limpieza de los utensilios de cocina las básicas diferencias son que no usas jabón, ni estropajo por defecto, no te hacen falta guantes de goma ya que es en seco y el secado es rápido como nunca ya que jamás llegan a estar mojados. Para ello el papel juega un importante papel. Grandes cantidades pasta vegetal obtenida de la generosidad de las antes mencionadas instituciones ocupan el resto de los bolsillos de la chaqueta. Y quitando el tono morenazo que están adquiriendo las sartenes y cazos de momento salimos del paso. La escasez de agua acarrea nuevas adaptaciones pero no son las únicas. Por ejemplo es mejor comer en cuenco que en plato, ya que el enfriamiento de la comida es más lento. Los filetones quedan descartados del menú tras el primer intento de comerte uno un pelín caliente, en cuestión de segundos pierde casi totalmente el valor culinario. Por otro lado las sopas y guisos se convierten en los reyes indiscutibles de las cenas. El tiempo de preparación de este tipo de dieta ayuda a calentar el ambiente, que es otro punto a tener en cuenta. El cuchillo de untar la mantequilla por las mañanas está de mírame pero no me toques. El aceite se unta y la miel hasta la próxima primavera se queda invernando petrificada dentro del bote. Las toallitas de bebé que hasta la fecha habían sido aliadas indiscutibles para el aseo básico de los pliegues, entre las amplias sequías de ducha que hemos sufrido, ahora forman un único bloque inservible. Intentar abrir las ventanas es tarea perdida pues están congeladas y salir del saco para empezar el día da un poco de pereza. El horno pasa a ser la calefacción del hogar y siempre al regreso de la dura jornada laboral, está encendido y abierto para aumentar en diez grados la temperatura del “hogar”. No todo son inconvenientes, no, no, tengo que romper una lanza a favor de la situación ya que al vivir en una nevera los problemas del verano con los productos perecederos han quedado solucionados de raíz y la cerveza, ja ja siempre en perfecta temperatura.

El grifo del agua.

La oficina.

La verdad que nos hemos reído mucho y disfrutado con la adaptación a la caída de las temperaturas. Comentar que la mínima hasta la fecha ha sido de menos siete, que se aleja mucho muchísimo de los menos treinta que a veces golpean estos valles. A si que no me quiero hacer una idea de lo que puede ser llegar a la Reti, a menos treinta, un día tras otro. Por ello el día uno de Diciembre nos mudamos a una casa y aunque el viaje pierda un punto o dos en aventura a priori, rápido lo recuperaremos con el ahorro de tiempo que conlleva la inyección de comodidades. Podremos sentarnos en una mesa siempre fija, con los libros expuestos en la misma estantería, tomándonos un te sin prisas y con las capas justas de ropa para disfrutar del calor del acogedor hogar, mientras planeamos el siguiente capitulo de esta historia.

Debajo de las montañas de enfente esta nuestra nueva morada.

Vistas desde mi ventana.