viernes, 4 de septiembre de 2009

De paseo por los estates.

Amanecer en el Easton Glacier.

Señoras, señores y queridos lectores, aquí estoy de nuevo para amenizar ese ratito en el que se te va el santo al cielo en la oficina. Para darle un poquito de color a esa noche en vela que desespera. Para abrirte una nueva ventana donde asomarte para descubrir un nuevo paisaje. Que bonito, que bonito. También y porque no, para llevarte de la mano, ese Domingo lluvioso y aburrido a un lugar donde descubrirás que los Norteamericanos no son tan malos como el hombre del saco. Queridos incondicionales de esta especie de telenovela barata y cutre. El devenir de los acontecimientos locos e inimaginables, han llevado a nuestras insignificantes almas al estado de Washington (EEUU).

No os valláis a equivocar con Washington DC, capital del imperio de la hamburguesa. Seguimos en la costa oeste del continente y el DC queda lejos, muy lejos, entre la estación de Pitis y donde Cristo perdió los clavos.

El caso es que: después de haber metido a seis malditos e indocumentados pickers en la pobre Reti y haber hecho un sondeo por el norte del Okanagan valley. Nos dimos cuenta de que los bellos y gratificantes días de recolectar cerezas se habían acabado. Snif snif. Una vez encajamos el golpe y conseguimos desprendernos de los malditos indocumentados cruzamos la frontera del sur hacia los dominios del tío Tom.

Reti en la tierra que la vió ncaer.

Efectivamente nos armamos de valor y coraje para pasar unos días entre locos armados hasta los dientes, obesos super size con los bolsillos llenos de hamburguesas y tantas banderas de barras y estrellas como bares en la mía y añorada España.

Como primera sorpresa y de las buenas, descubrimos que la cerveza en los Estates, ¡TIENE PRECIOS POPULARES! IIIIIIHHHHJAAAAAAA. Por fin pudimos apagar nuestra sed de cebada sin tener que perder, a de más del hígado, uno de los riñones.

Poco a poco, porque ya sabéis que a Retales las prisas le sientan fatal, fuimos recorriendo millas hasta alcanzar los profundos valles de las Cascades mountains. Este parque nacional situado al norte del estado es conocido en el mundo del alpinismo como los Alpes Americanos. Grandes formaciones graníticas emergen de glaciares y bosques para configurar en el horizonte una inmensa sierra de púas afiladas. Aunque dicho sistema montañoso atraviesa todo el estado de Washington, Oregon y llega a tocar California, nosotros minúsculos como la fucking trompa de un maldito mosquito que se hincha a robarte glóbulos rojos, nos quedamos en la parte norte, dentro de los limites del parque nacional.


Una vez recuperados del palo al bolsillo que significa hacer 60 kilómetros , 190 millas y dos puertos de montaña con la viaja dama, empezamos a buscar información sobre las opciones que teníamos. El tema está que los que manejan el cotarro del parque son los Rangers, y no precisamente los de Texas, gracias a dios. Solo me faltaba encontrarme a Chuck Norris en las vacaciones. O pensándolo mejor, habría estado de puta madre, ja, ja, ja. Tengo que romper una lanza a su favor, porque se portaron de lujo con nosotros. Nos hicieron fotocopias de las guías de monte y no se aburrieron de explicarnos las normas y buenos usos del parque. Como peculiaridad nueva a mi experiencia en montaña os diré que en los parque de los estates no solo te bajas la basura que generas cotidianamente, no, no, también te bajas la que generas biológicamente. Para ello tienes dos opciones, el autoestreñimiento, que desde siempre la he desaconsejado o usar unas bolsitas azules súper chulas donde depositas la materia corrosiva. A su vez, esta la metes en otra de más fiabilidad, ya sabéis para evitar posibles y desagradables fugas.

El caso es que dirigimos nuestros primeros pasos hacia una serie de dosmiles para ir calentando motores. Éramos los reyes de la pisca pero de subir montañas prácticamente ni nos acordábamos. Como primer destino para nuestra puesta apunto elegimos el Colonial peack y el Pyramid peack. Nada más y nada menos que 1500 m de desnivel con la casa a cuestas para instalar el campo de altura. Estos Yankees lo de acondicionar los caminos en los parques naturales no lo ven por ningún lado. De primeras suena bien, ¿no?. El monte no se toca y que la madre natura disponga a sus anchas. Pues la verdad que atravesar el bosque con el petate a cuestas se convirtió en la parte más técnica de la ascensión y a su vez la más laboriosa. Reventados llegamos a la base del muro somital del Pyramid. Allí en un pequeño collado, a la sombra de los dos últimos árboles de la zona y a 1700 m, colocamos la tienda y comenzamos a disfrutar del aire fresco de las alturas.

Colladito de lujo morada de thousand and thousand of mosquitos.

Cámara y mapa en mano, nos deleitamos con los paisajes alpinos de la zona. La verdad que choca estar a menos altitud que el puerto de Navacerrada y disfrutar de las quebradizas formas de un glaciar.

El Colonial con su glaciarcito juguetón.

Entre tanta alegría, magia y descanso merecido a las 19:30 horas de la tarde hicieron aparición las temidas hordas de mosquitos. Miles y miles de ansiados chupópteros detrás de nuestra caliente sangre. Como nadie nos había comentado nada y jamás he visto cosa parecida a esas altitudes, dejamos el interior de la tienda en Reti. Si efectivamente teníamos comida para una semana pero la mosquitera estaba 1500 m por debajo de nuestros aguijoneados cuerpos. Al día siguiente cumbre en ambos picos y de regreso al hogar. Fácil ascensión sin complicaciones técnicas.

Cumbre del Colonial Peack.

Cumbre del Pyramid Peack. Mount Baker a continuación de mi pie derecho.

Al regreso descaminar los 1500 m de empinada pendiente con la casita a cuestas. El Rulo tuvo problemas en una de las rodillas y me toco cargar con parte de su material. Mismo tiempo de subida para la bajada con el minusválido ocasional. Al final los dos corriendo para que no se nos hiciera de noche en tan espeso bosque. PALIZÓN DE LOS BUENOS.

Una de las cosas que menos echo de menos de mi “otra vida” es no tener que volver a Madrid después del palizón. Ji, ji, ji.

Seguíamos flipando con las gentes de la zona. Eran amables, amigables y muy, muy parlanchines. Una mirada les bastaba para entablar conversación y como a nosotros no nos gusta casi darle al pico pues os podéis imaginar. Speaking English every day. Eso si, gordos come hamburguesas más de la cuenta, pero muchos más.

Un descanso, unas cervezas, un poquito de red, mucho relax y unas agujetas de impresión fueron suficiente para dirigirnos a nuestro próximo destino.

Tarde anterior al día de cumbre, esperando con un té el retroceso de las nubes.

El Mount Baker, resulta ser un volcán, con trece glaciares en sus faldas. Uno de ellos, el Coleman glaciar, es el más grande de norte América sin contar Alaska. Para ya que fuimos y no se nos dio nada mal. Otra vez tuvimos suerte con el tiempo y pudimos atacar a cumbre tranquilamente. Un pico de los que hacen afición con travesía por el glaciar Easton. De charlas con la tropa del campo base conocimos a Mike. Ya tenía yo ganas de conocer a uno. Es como si vas a España y no conoces a ningún José o Paco, parece como que le falta algo al viaje, ¿no?. Simpático y dicharachero nos sugirió montar expedición al Mckinley.

Mike posando entre ambos dos con el típico modelo yankie: mallitas y pantalón corto encima. A lot of people, nen.

Campo base.

Llegando a la parte alta del glaciar comenzo a cascar el solecito.

Mount Baker summit.

Disfrutamos del atardecer y el amanecer, de las marmotas tranquilonas, de una ascensión casi solitaria, de una cumbre soleada, de una noche fresquita y sin mosquitos, de las bellas y aterradoras formas del glaciar, de los colores azulones de las profundas grietas y de un bonito entorno como son las faldas del volcán.

Marmoteando.

Otro día de descanso en nuestra pequeña isla Rock Port con bien de cerveza para celebrar las cumbres y de regreso urgente a nuestro Canadá querido. En la frontera nos pasó lo que menos nos esperábamos y lo que peor nos venía para nuestra futura estancia en el país del arce. No ha quedado constancia de que hemos abandonado el país. No tenemos en nuestro pasaporte un sello de salida. Por lo que deducimos que el día 4 de septiembre pasaremos a ser ilegales por completo. Digo por completo porque hasta el momento solo lo éramos cuando trabajábamos. Espero no tener ningún roce con las autoridades en el resto de mi estancia.

Ahora estamos de regreso en Summerland. Otra vez amarillo y calor son nuestros incansables compañeros de jornada. Ya no hay Cherries y nos dedicamos a lo que salga. De momento hemos recolectado peras y ahora nos encontramos podando manzanos. No se gana tanta cifra como con las cerecitas peeeerooooo…. podremos ahorrar algo más para el duro invierno. Seis divertidos punjabis y Héctor son ahora nuestros compañeros de escalera en mano. El pueblo está vacío, junto con las cherries todo el mundo se fue. Supongo que para las manzanas volverá a ser un hormiguero de pickers. Nos han cerrado la piscina por mantenimiento pero de momento estamos agustito a nuestro pedo.

Mola el azul glacial, ¿no?.

Mi cumpleaños no pasará a la historia como uno de los más concurridos. “Solamente como el de Canadá”. Un palo más a mis espaldas pero será de los más especiales y eso que estaré a miles de kilómetros de mi gente. No creo que se me vuelva a presentar la oportunidad de poder disfrutar de una experiencia tan gratificante. Salir a dar un paseo y perderme me está sentando muy bien para el cutis. Disfruto mucho de cada momento, me da igual limpiar vertiginosas montañas de platos, podar kilométricas hileras de manzanos o recolectar sabrosas cerezas bajo la eterna mirada de Lorenzo. El trabajo físico es solo una pequeña parte de la obra. Me río con los compañeros, aprendo de sus costumbres y me asombro de la capacidad de compartir que realmente tiene el ser humano. Es curioso como se olvidan las diferencias culturales y por unos días todos hacen esfuerzos por entender y hacerse entender con el resto de este mini mundo. Me gusta poder disfrutar de esta singular babel, me gusta actuar en esta pequeña película de mil colores y me gusta llegar a la vida cotidiana de los diferentes rincones del castigado planeta. Siento que no tengo ni idea de cómo son las cosas y cada día me creo menos lo que me cuentan. De sorpresa en sorpresa me muevo con la boca abierta y la lengua fuera. Como un niño pregunto y pregunto y como un buen ruco1, escucho y escucho. Mucho antes, como diez años antes de los treinta y dos que ya calzo, descubrí los placeres de vivir con lo puesto y disfrutar de la calidad de las personas. Solo por veintitrés días podía dejarme llevar por la gozada de sentirme viajero. Ahora metido de lleno en tan estimulante tarea solo puedo recomendar que practiquéis la modalidad. Ya sea en estilo libre, pareja o grupo. Da igual norte, sur, oriente u occidente. Moveros a brujulear otros puntos cardinales y no dejéis que nadie os acote la libertad de crecer en vuestro interior, empezando por vosotros mismos.